martes, 13 de mayo de 2014

Un viaje no planeado

La necesidad de salir y viajar es innata en todos nosotros, es necesaria y buena para nuestra salud mental.

Yo no suelo planear, las circunstancias me han llevado a decidir esto así y verdaderamente los acontecimientos son más reales y se disfrutan más si improvisas. Es lo que yo digo "tener una idea de lo que vas a hacer".

De pensar en ir a las Islas Canarias a pasar de, en lugar de un avión, coger el coche y hacer, así sin planearlo, el viaje que siempre he querido hacer, ese que te pide el cuerpo y que no sabes con quién y cuándo podrás realizar.

En este post os cuento la maravillosa aventura de "Un viaje no planeado":

De Madrid a Sevilla un martes de mayo y con buen tiempo, no podía ser mejor momento para empezar esta aventura.  En esta época del año apenas hay gente en los sitios y todo es más barato. 
Llegar a Sevilla ambientando el viaje con música que habla de una de las ciudades más bellas de nuestro país es algo que consiguió, de forma progresiva y en su justa medida, que fuera desconectando de las preocupaciones diarias y el estrés del día a día.

Plantar un pie en las calles de esta encantadora ciudad te convierte, de manera inmediata, en la protagonista  de un cuento de hadas rodeada por edificios como la Catedral, el edificio gótico de mayor tamaño del mundo y por supuesto la Giralda. 



Ir pendiente de que el tranvía no te "pite" por peligro de atropello era algo imposible por lo maravilloso que es ir admirando todos y cada uno de sus rincones.

Algo que jamás me imaginé era montar en calesa, en una tarde llena de magia y acompañados por una suave brisa, por el Parque de María Luisa. Me faltaba el vestido de época arrebullonado dentro del habitáculo para ser una auténtica dama de aquella época.

Manuel, nuestro cochero y "Margarita",  la preciosa yegua que tiraba de la calesa, cuidada como todas las de la ciudad, con mimo y cariño, hicieron de aquel paseo algo maravilloso confirmándose el carácter amable y cálido de la gente sevillana.




La Plaza de España, La Torre del Oro, navegar el río Guadalquivir, comer en un restaurante a la ribera del río, La Maestranza, Triana, y la feria, qué os voy a contar de la Feria. Llena de color, música y alegría.




El cansancio hace mella y volver al Hotel es lo que más me apetece después de esta agradable visita exprés y pensando en que al día siguiente viajaré a Huelva a ver a mi familia por parte de padre y seguiré el viaje hacia Isla Antilla y El Algarve visitando Tavira, Lagos, Sagres, y de camino a Lisboa, descubrir, por la carretera de la costa y llenando los pulmones de aire puro de eucalipto, pueblecitos que quedan a la izquierda donde pararé a tomar un café y admiraré playas y acantilados que jamás podría imaginar tan bellos. 

Si lo hubiese planeado no me habría salido mejor. 




Cuando viajas sientes esa necesidad de hacerte parte de la tierra en la que estás y tu mente se abre y tu alma se enriquece por lo que te transmite la gente y los paisajes que se quedan en la retina para siempre. Por su comida típica, por la música que te acompaña, por los atardeceres mágicos y únicos, porque sabes que estas viv@ y sientes esa inmensidad dentro de ti. Por la paz interior que te da respirar profundo la brisa del mar que huele a sal, a libertad a ilusión y a saber que estás lejos de todo lo que, en ese mismo momento te estas dando cuenta, te tenía agobiada y atrapada.





Pero a la vez y conforme pasan los días yo, por lo menos, echo de menos mi casa, mi hogar, mi gente y cuando vuelvo  soy feliz porque he conseguido "limpiarme" por dentro y una vez aquí, en el caos de Madrid, afronto las cosas de  la mejor  manera hasta... el próximo viaje no planeado.



Agradecimientos:

A Jorge Grande porque sin ti esto no hubiera sido posible. Este era el momento.
Gracias. 

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